El regreso del mal...

Era una tarde hermosa de sábado en la ciudad de Cartagena. La gente con el ánimo navideño paseaba por las calles con sus pequeños, mientras esperaba a las cinco de la tarde a que diera comienzo el partido de su equipo. El Efesé.
El conjunto de esta ciudad, era un equipo modesto de la Segunda B que siempre había tenido que sufrir muchos sin sabores, y tenía la espinita clavada de poder servirle a su público ¡este año si! una alegría, que si bien tenía que esperar hasta junio para hacerla realidad, aquella tarde de sábado era un pequeño adelanto por eso de que era Navidad.
No muy lejos de allí, una persona acompañada de dos siervos fieles, los tres aparentemente inocentes, clavó sus pies en esta fértil tierra con intenciones bastantes oscuras.
Se hicieron las cinco y comenzó el partido: la gente vibraba, gastaba bromas, se lo pasaba bien, los jugadores se divertían con el balón, realizaban grandes jugadas dignas de otra categoría para poder brindarles una gran despedida de fin de año a su afición.
Entonces el mal, inoportuno como siempre que aparece, tomó posesión definitiva del cuerpo del colegiado, y como alma escapada del purgatorio que busca venganza acabó con la felicidad infinita de aquellos cartagineses que tan sólo buscaban pasar un rato agradable junto a su equipo.
Expulsó del partido a Armando buscando la debilidad defensiva del conjunto albinegro, señaló un penalti por mano del portero local Rubén, gastó las reservas de bolígrafos en el país ensallando caligrafía par apuntar tarjetas amarillas que apenas tenían lógica. Por su parte, el conjunto visitante que por una casualidad del destino vestía de rojo al igual que el propio Lucifer y el Murcia, aprovechaba la situación y se ponía remontando el inicial 1-0 por delante en el marcador.
La situación se hacía insostenible, en el público cundía el desánimo a pesar de la certeza de ser superiores, y los jugadores con el pobre Armando hundido en un mar de penas, no tenían claro como hacer frente a aquella fuerza malvada de ultratumba que se había adueñado del partido.
Pero en Cartagena, herederos de poderosas culturas, vencedores de obstáculos imposibles y siempre ganadores en mente recibimos al equipo con una gran ovación escuchada hasta en el infierno.
Y el Efesé, cautivado profundidamente, de nuevo volvió a jugar con once jugadores y arrinconó durante los 45 minutos a su rival en el área, el mal había vuelto a ser vencido por el bien y el colegiado Benjumea Álvarez todavía poseido, no pudo contrarrestar por más que lo intentó las envestidas locales que ya habían coseguido el empate a dos.
Al término del partido, la afición contenta con su equipo aplaudió el esfuerzo de sus jugadores en inferioriad numérica y éste les correspondió dolido por no haberles podido regalar el triunfo. Pero eso ya no hacía falta, pues les habían regalado algo mejor: el esfuerzo y superación necesarios para saber que este equipo sin duda alguna estará el año que viene en Segunda División A.