Trece horas consecutivas de lluvia intensa, que se sumaba a la caída durante la semana, convirtieron La Molineta en una piscina en la que practicar buen fútbol era difícil de imaginar. No era lugar ni para tácticas ni para jugadas ensayadas. Ayer sobre la anegada Molineta sólo servía una cosa, la casta.
Ante el enorme charco que les recibía, los jugadores utilizaron los primeros compases para intentar comprender cómo reaccionaba el balón. La movilidad y el progreso tocando eran inconcebibles, el agua atrapaba cada balón largo y engañaba a quien lo intentaba conducir; unas veces se estancaba, otras se iba largo. Intentar entender esa reacción ante el estado del campo y los extraños del balón era la primera labor. Pronto quedó claro que no iba a existir centro del campo ni intentos de dominio. Iba a ser un encuentro de fútbol directo, de ganar metros a fuerza de coraje guardando siempre el área propia y atentos a cualquier sorpresa que pudiera dar el balón.
Era un partido de pura intuición, de llevar el balón por alto para ganar metros. En esa adaptación, con un Cartagena cada vez más impulsivo y vertical, Addison y Tato comenzaron a entenderse sobre la frontal, bien alimentados por Eloy y Sánchez desde la medular y un inteligente Carmona desde la banda izquierda.
El final de la primera parte fue vibrante, con un disparo de Addison, un zurdazo de Viyuela que atrapó Gonzalo y una entrada desviada de Tato por el Cartagena y un remate de Capapay que se marchó por centímetros por el Alfaro.
Con el paso de los minutos, se impuso el punto superior físico y de calidad del Cartagena, que metió al Alfaro en su campo. No obstante, el gol no se consigió, y el empate a cero fue el resultado que los albinegros trajeron a Cartagena. Lo cual conlleva la satisfacción de seguir sin encajar un gol en contra una semana más.
Ante el enorme charco que les recibía, los jugadores utilizaron los primeros compases para intentar comprender cómo reaccionaba el balón. La movilidad y el progreso tocando eran inconcebibles, el agua atrapaba cada balón largo y engañaba a quien lo intentaba conducir; unas veces se estancaba, otras se iba largo. Intentar entender esa reacción ante el estado del campo y los extraños del balón era la primera labor. Pronto quedó claro que no iba a existir centro del campo ni intentos de dominio. Iba a ser un encuentro de fútbol directo, de ganar metros a fuerza de coraje guardando siempre el área propia y atentos a cualquier sorpresa que pudiera dar el balón.
Era un partido de pura intuición, de llevar el balón por alto para ganar metros. En esa adaptación, con un Cartagena cada vez más impulsivo y vertical, Addison y Tato comenzaron a entenderse sobre la frontal, bien alimentados por Eloy y Sánchez desde la medular y un inteligente Carmona desde la banda izquierda.
El final de la primera parte fue vibrante, con un disparo de Addison, un zurdazo de Viyuela que atrapó Gonzalo y una entrada desviada de Tato por el Cartagena y un remate de Capapay que se marchó por centímetros por el Alfaro.
Con el paso de los minutos, se impuso el punto superior físico y de calidad del Cartagena, que metió al Alfaro en su campo. No obstante, el gol no se consigió, y el empate a cero fue el resultado que los albinegros trajeron a Cartagena. Lo cual conlleva la satisfacción de seguir sin encajar un gol en contra una semana más.